lunes, 7 de enero de 2013

Canas bélicas

Lance Morgan era un componente más de la tercera edad en un pueblo donde abundaban las cabelleras canosas y los castañeteos de las dentaduras postizas mal sujetas. El anciano Lance no era capaz de dañar a una mosca, no importaba si ésta podía transmitirle un virus mortal. llevaba años din dañar a ningún ser vivo.
El señor Morgan se había jurado respetar unos estrictos y morales principios impuestos por sí mismo tras la salida del peor de los Vietnams.

Su piel cascada por el roce continuo de las balas y el dolor tatuado de forma espectral en sus pupilas podían dar fe de la seriedad de la perpetua promesa. Su degollada alma se encargaba sin cita previa de recordárle las atrocidades que su vieja pistola había causado, metamorfoseando sus viajes oníricos en desgarradoras visiones de un pasado bañado en sangre que aún pesaba más de lo que su mujer o cualquier vecino del pueblo pudieran suponer.

Un día más en una semana cualquiera, Lance se dispuso en posición fetal. Arropado bajo varias colchas, fue capaz de sentir desaparecer su dormitorio. La fase REM llamó a la puerta.
Gritos, olor a pólvora y la fuerza del retroceso del arma de fuego en su brazo derecho. Lance despertó sobresaltado en el salón de su casa. Todavía sostenía en la mano la vieja Colt 1911 liberando un humo blanco que ascendía lentamente hasta fundirse con el granulado del techo. Pudo sentir bajo sus pies descalzos humedecerse la alfombra persa que había traído desde Turquía.

Lance Morgan no había sido capaz de mantener su promesa y su mujer había pagado los platos rotos.

Eclipse

Hay un caballo corriendo en mi mente. Se aleja de mi frente al galope y cabalga sobre los cuerpos callosos, las circunvalaciones de mi encéf...